martes, 23 de mayo de 2023
martes, 11 de abril de 2023
viernes, 10 de marzo de 2023
Viviendo el Evangelio
"Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante" Hebreos 12:1
El evangelio es vida y se vive. Por eso buscamos en las Escrituras ejemplos de hombres y mujeres que aprendieron de su comunión con Dios a vivir piadosamente, honrando Su nombre.
Mardoqueo se mantuvo firme en Dios. Su servicio le llevó a salvar la vida del rey de un complot mortal. Su fe en el gran Yo Soy le impidió inclinarse ante el perverso Amán. La madurez espiritual con la que actuó en el reino, le hizo salir en defensa de su pueblo y hablar con agudeza a Ester sobre su rol como intercesora. Recibió la gloria que sabía era para Dios. A pesar del entorno, la dificultad, la conveniencia, nunca temió por su vida ni se acomodó para preservarla.
Naamán era de un pueblo poderoso, pero enemigo de Israel. Fue por medio de su enfermedad y sanidad que el nombre de Dios fue reconocido en casa de este general sirio y quizá en los pasillos de palacio, hasta el mismísimo trono real de Siria. La intervención de la joven judía para referirle al profeta, el profeta Eliseo y los siervos que acompañaron al capitán a sumergirse en el río Jordán, nos hablan de un plan perfecto escrito en el cielo y con el sello divino de Dios, más soberano que el propio rey a quien Naamán servía en esta tierra.
Abraham y su amistad con Dios es un ejemplo claro de la relación íntima y especial que desea el Salvador establecer con cada redimido. En tres ocasiones se nos dice que eran amigos y en una de ellas es Dios quien lo declara, porque esa amistad era recíproca.
Seguro que es un modelo Bíblico para establecer sanas amistades regidas bajo principios espirituales, pero más que eso, me anima a enfocarme y trabajar para establecer una amistad con Dios mientras todavía estoy en este mundo.
Nicodemo nos enseña el cambio operado en nuestro ser cuando Cristo viene al corazón. Su primer encuentro fue tímido, carnal, de maestro a maestro. Pero definitivamente, el que entró de noche, no fue el mismo que salió, lleno de luz, claridad, salvación. En las otras dos menciones que se hace en la Biblia acerca de Nicodemo no le vemos escondido, con miedo, ni a oscuras, sino enfrentando a los judíos y a sus representantes religiosos, y cuidando el cuerpo del Señor delante de las autoridades romanas, para su sepultura y pronta resurrección. ¡Qué gran cambio!
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JOHN NEWTON (1725-1807)
Encontró una Biblia y obtuvo ayuda en Lucas 11:13, que dice: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”. Razonó: “Si este libro es verdadero, la promesa en este pasaje también debe ser cierta. Necesito ese mismo Espíritu, por el cual el todo fue escrito, para entenderlo correctamente. Él se ha comprometido aquí a dar ese Espíritu a los que lo piden: por eso debo orar por él; y, si es de Dios, él cumplirá su propia palabra.”
Pasó todo el resto del viaje con profunda seriedad mientras leía y oraba sobre las Escrituras. El 8 de abril anclaron en Irlanda, pero Newton aún no había entendido la grandeza de su nueva fe. Nunca tuvo a nadie que le brindara un discipulado ni que lo ayudará a dar los primeros pasos en Cristo, así que se convirtió en el capitán de un barco de comercio de esclavos y volvió al mar.
El peso moral del tráfico de esclavos lo llevó de nuevo a tierra firme. Después de dejar el mar para un trabajo de oficina en 1755, Newton realizó estudios bíblicos en su casa de Liverpool. Influenciado por John Wesley y especialmente por George Whitefield empezó a sentir vergüenza por su pasado como traficante de esclavos al conocer a su Salvador de una manera más genuina.
Se ordenó al ministerio y en 1764 empezó a liderar una iglesia en Olney, Buckinghamshire. También desarrolló un apetito insaciable por conocer más la Palabra de Dios.
MEDITACIÓN DEL MES
PARA QUE CREAN
“Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:41-43).
Para esta meditación me quedo con las palabras de Jesús elevadas al cielo en oración: “…lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean…” (v.42). La resurrección de un cuerpo en descomposición era el escenario perfecto para brindar otra oportunidad de salvación al hombre pecador. Jesús no se había acercado a la aldea de Betania días atrás, cuando fue informado acerca del estado de salud de Lázaro (vv.1-3), porque el suceso serviría para glorificar a Dios, al mismo tiempo que mostrar su amor por las almas de los perdidos.
Lo que debía suceder con ese portentoso milagro, la conversión, no ocurrió en su totalidad. Un cadáver de cuatro días salió andando, pero esto no ablandó la dureza del corazón de ellos. Vieron con sus propios ojos, y aun así, no creyeron. Era una de las últimas señales del Enviado de Dios y la rechazaron. Ninguna otra cosa que fuese hecha, dicha o revelada les haría cambiar de parecer.
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